martes, 8 de mayo de 2012

La Inclusa de Pamplona


La Casa de Maternidad e Inclusa de Navarra fue fundada en junio de 1804 por el arcediano de la catedral don Joaquín Javier de Uriz y Lasaga, que más tarde sería prior de Roncesvalles y Obispo de Pamplona. Hasta entonces, los niños expósitos eran recogidos en el Hospital General. Hasta 1836 estuvo regida por su propia junta de gobierno, desde esa fecha quedó bajo la jurisdicción de la nueva Junta de Beneficencia. En 1934 se trasladó a las nuevas instalaciones de Barañáin, junto con el Hospital de Navarra, instituciones ambas ya para entonces dependientes de la Diputacion Foral. (Información tomada de: Guía del Archivo General de Navarra / Juan José Martinena Ruiz. Pamplona: Gobierno de Navarra, 1997. p. 260)

En aquellos tiempos cuando una mujer tenía un hijo de pecho, tenia mucha leche y quería aumentar sus ingresos, se apuntaba en el Ayuntamiento con este fin y éste lo ponía en conocimiento de la Inclusa de Pamplona que le mandaba un recién nacido. En el pueblo lo bautizaban, le ponían nombre de pila e hijo de padres desconocidos.

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En Guipúzcoa no existieron instituciones específicas para los expósitos hasta 1804. Los niños abandonados en la provincia eran conducidos a la Inclusa que funcionaba dentro del Hospital General de Pamplona, con excepción de los de la zona de Mondragón, que por no pertenecer a la diócesis de Pamplona eran llevados a Zaragoza, o más tarde a Calahorra.

Ya desde finales del siglo XVI nos consta la admisión de expósitos guipuzcoanos en el Hospital de Pamplona. En 1599, la Junta de gobierno del Hospital informa a la Provincia de su mala situación económica solicitando se pida limosna en su territorio para ayudar al Hospital ya que, dicen, más de la mitad de sus gastos son originados por enfermos y expósitos guipuzcoanos.

Los libros donde se registraban los ingresos de los niños y que se hallan actualmente en el Archivo de la Maternidad del Hospital de Navarra, sólo datan de 1710. En el siglo XIX los niños guipuzcoanos ya no fueron conducidos a la Inclusa de Pamplona.

Los niños que ingresaban en la Inclusa de Pamplona durante el siglo XVIII lo hacían por los siguientes procedimientos:

01/ Admisión por parte del establecimiento: sólo para los niños legítimos cuyos padres presentaran una documentación en regla que acreditara su falta de medios para criarlos. Únicamente eran admitidos los navarros.

02/ Exposición propiamente dicha: el niño era abandonado de manera clandestina, generalmente de noche y en los más diversos lugares: puertas de personas particulares, del cura, de la autoridad civil, del cirujano o de la partera, de la iglesia, junto a ermitas, caseríos, bordas; en fin, salvo en contadas excepciones, siempre en sitios en los que la criatura fuera prontamente recogida.

03/ Torno: muchos niños eran depositados en el torno de la institución, conducidos hasta allí por familiares, vecinos, parteras o cirujanos, a veces desde pueblos no muy cercanos. Estos niños, y en mucha menor medida los expósitos, frecuentemente llevaban prendidas a sus ropas notas que tenían un afán identificatorio y que informaban de si el niño estaba o no bautizado, de su nombre o el que se deseaba que le pusieran, y en el siglo XVIII rara vez se expresaban los motivos por los que se dejaba al niño y el deseo de recobrarlo. Pero esto último constituía una falsa ilusión: la mayoría de los niños moría en sus primeros años y los pocos que lograban sobrevivir no eran nunca reclamados por su familia salvo en contadísimas excepciones.

04/ Abandono: la criatura, en vez de ser expuesta, es entregada directamente en la puerta de la Inclusa o al párroco del pueblo, quien se ocupa del traslado del niño. En ocasiones la madre aparece en el libro de registro y otras veces el niño ingresa con de padres incógnitos.

Por último, a fines de siglo aparece tímidamente una nueva modalidad que será la que termine por suplantar a las anteriores a lo largo del siglo XIX:

05/ El ingreso de la embarazada soltera en el Hospital para dar a luz y de donde sale dejando allí la criatura.

La exposición era sin duda el método más cruel y primitivo de abandono pero antes de sacar conclusiones hay que tener en cuenta que el mayor o menor recurso a ella también está en relación con la distancia hasta la Inclusa más cercana, es decir que en una ciudad donde había Inclusa, como es el caso de Pamplona, el número de exposiciones era mínimo porque era muy fácil dejar a los niños en el torno.

El transporte de los niños desde el lugar de abandono hasta el establecimiento era, por lo general, sumamente penoso. Conocemos distintas referencias a los transportes, todas ellas dramáticas. De Francia sabemos que había hombres dedicados a este peculiar acarreo y que llevaban a los niños en unos cestos a la espalda en los que a menudo morían de hambre o asfixiados. Practicamente no les daban de comer y el lugar de los que iban muriendo era ocupado por otros recogidos en los pueblos del camino. El pago que recibía el transportista era el mismo tanto si el niño llegaba vivo como si no; no es difícil sospechar que algunos transportistas suprimieran a los niños para reemplazarlos por otros y aumentar así sus ganancias. En Navarra era lo más frecuente que el niño fuera conducido de pueblo en pueblo por conductores que realizaban sólo la etapa hasta el pueblo siguiente, entregando a los niños a la Justicia que se encargaba de contratar el viaje hasta el pueblo próximo. Los niños que llegaban de Guipúzcoa probablemente lo harían a lomos de caballería y siempre con alguna mujer que pudiera darles de mamar.

Las condiciones de vida dentro de la Inclusa de Pamplona, al igual de lo que sucedía en todas las demás de Europa, eran tales que la mayoría de los niños ingresados moría antes de cumplir el primer año de vida y casi ninguno lograba rebasar los 7 años. Vivían sin la menor higiene ni tomar nunca el aire, amontonados varios en cada cuna, envueltos en trapos sucios, sometidos a contagios, principalmente sífilis y sarna, mal alimentados por nodrizas que tenían que amamantar a tres, cuatro o más, dependía de la escasez o amplitud de la oferta de nodrizas y de los fondos del Hospital. Estas mujeres, mal pagadas, mal alimentadas, agotadas, que aceptaban este trabajo porque no eran consideradas lo suficientemente buenas como para ser contratadas en casas particulares, descuidaban a los niños y les contagiaban sus enfermedades. El pensamiento ilustrado en todos los países se ocupó de este problema y se intentaron reformas para hacer variar las condiciones de los hospicios; se sentía como una pérdida irreparable para el Estado la muerte de tantos niños representaban brazos necesarios para producir riqueza.

En las últimas décadas del siglo la provincia de Guipúzcoa solicita a personajes influyentes en la vida provincial la presentación de planes para la creación de inclusas. Finalmente en 1804 se consiguió establecer cuatro Cajas de recepción de expósitos en San Sebastián, Tolosa, Azpeitia y Azcoitia; el obispado de Calahorra había abierto la de Mondragón en 1796. La guerra de la Independencia paralizó su actividad, volviéndose a solicitar la admisión en Pamplona. A partir de 1814 funcionaron otra vez los servicios provinciales y los niños guipuzcoanos no volvieron a recorrer el camino de Pamplona.

Hasta 1784 la cantidad estipulada que tenían que pagar los Ayuntamientos que mandaban a los expósitos a la Inclusa de Pamplona era de 100 reales de plata. En aquel año se pidió a la provincia de Guipúzcoa que cada niño trajera 250 reales o que se pagara el gasto anual real que ocasionaba cada niño. A partir de 1791 los reales debían ascender a 300. El motivo alegado por la Junta del Hospital era "el decaimiento de intereses por la injuria de los tiempos". Los niños que se enviaban sin el dinero eran devueltos. El hallazgo de varios expósitos en un mismo año podía resultar muy gravoso para las arcas municipales.

En las pequeñas comunidades del Antiguo Régimen existía un control absoluto de la vida personal por parte de toda la comunidad. A pesar de que la existencia de múltiples caseríos situados en lugares apartados pudiera hacer pensar en una mayor dificultad para ejercer ese control que los lugares de hábitat concentrado, había un momento privilegiado en el que todo el grupo se encontraba: la misa dominical. Frecuentemente las jóvenes embarazadas abandonaban el hogar paterno para ir a refugiarse en casa de parientes o conocidos residentes en otros lugares y es allí donde nacía su hijo y donde era abandonado. En fin, que dado el carácter oculto del abandono y el que era el resultado final de una serie de hechos que se pretendía mantener en la oscuridad, nos encontramos con grandes lagunas en el momento de estudiarlo.

De los 14.022 niños que ingresaron en Pamplona entre 1710 y 1804 (faltan los ingresos correspondientes a los 4 primeros meses de 1710 y a enero de 1719), 1.454 procedían de Guipúzcoa, lo que representa el 10,3%. Entre 1800 y 1804 ingresaron de Guipúzcoa 73 expósitos (6,5%) de un total de 1.116 niños que ingresaron en esos años en la Inclusa de Pamplona, de estos ingresos de la provincia de Guipúzcoa 35 provenían de San Sebastián, el resto era de otros pueblos.

Hacia finales del siglo XVIII se observa un aumento en los hijos ilegítimos y no directamente por su origen, sino por otra causa adicional como el haber quedado huérfanos o su madre sin leche para criarlos.

Los niños expósitos guipuzcoanos en la inclusa de Pamplona en el siglo XVIII
Lola Valverde

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Abandonar al hijo para que viva
Durante el siglo XVIII en Gipuzkoa se construyeron cinco inclusas, casas donde se recogía y criaba a los niños desatendidos por sus padres. A veces los dejaban por mantener su “honor”, pero muchas veces por la imposibilidad de alimentarlos.

Corrían tiempos en los que la familia monoparental no existía y quedarse embarazada sin haber contraído matrimonio antes suponía un gran pecado, es decir, desprestigio, deshonra, marginación… Pero eso no quería decir que la situación no existiera, sino que se escondía. “El abandono de niños era una solución, un recurso, tanto para aquéllos que se encontraban en la miseria y no podían alimentar a todos los hijos que les nacían como para las madres solteras que de esa manera ocultaban su falta.

La cuestión económica se sumaba a la del honor en este segundo caso: la inmensa mayoría de estas madres no podía sacar ellas solas a sus hijos adelante”, explica Lola Valverde en un artículo de la Enciclopedia Auñamendi. Así, si la mujer soltera embarazada pertenecía a una familia acomodada, sus hijos acostumbraban a ser criados por nodrizas en el campo. Pero los que no se podían permitir tal lujo, no tenían más opción que abandonar al recién nacido, borrando todo rastro de su origen para que no se pudiera encontrar a sus padres. Era la única opción que podía garantizar la supervivencia de los niños nacidos en familias pobres que acabaron en las inclusas, casas donde se recogía y criaba a estos expósitos.

Los métodos de lactancia artificial eran inexistentes, por lo que la manera casi exclusiva de alimentar a los niños y conseguir así que crecieran era el amamantamiento. En consecuencia, la muerte de la madre, la enfermedad o la carencia de leche abocaba también a las familias pobres a llevar a sus hijos a las inclusas para que pudieran vivir.

Iglesias, puertas de viviendas particulares, casa del cura, del alcalde, caseríos… eran los lugares elegidos para dejar de noche al niño que se iba a abandonar. Se hacía ruido para alertar a los de dentro y conseguir que salieran pronto a recogerlo. En las casas donde se recogía y criaba a los expósitos “había tornos donde se depositaban los niños anónimamente a cualquier hora del día y de la noche. Por los tornos entraban en el establecimiento los procedentes de la localidad y los de las zonas más próximas. Representaban una mayor seguridad para la vida del niño”, explica Valverde.

“A pesar de los altísimos índices de nacimientos ilegítimos que se registraban en el País Vasco durante la Edad Moderna, los abandonos de niños eran muy escasos. Sólo, al parecer, tenían cierta importancia en Navarra, a lo que no es ajeno el hecho de que se recogieran niños en el hospital General de Pamplona desde el siglo XVI”, relata la historiadora.

A principios del siglo XVIII no existía en Gipuzkoa más institución que la establecida por los obispados en las capitales, a menudo demasiado lejos. “No hay duda de que, en este largo viaje, realizado acaso sin lactar y al cuidado de personas indiferentes y de manera anormal, morirían muchos antes de llegar a su destino. Además, con la aglomeración consiguiente de tantas criaturas, no podían éstas ser atendidas con el cuidado que requería su tierna edad, ni adquirir la debida educación e instrucción para obtener los medios para vivir, sin ser una carga perpetua en la sociedad”, explica Serapio Múgica en su Geografía de Gipuzkoa.

Llegar vivos: falta de material y personal
“La mayoría de las veces los conductores eran hombres que llevaban a varios niños que iban recogiendo en los pueblos por los que pasaban en su camino hacia la inclusa. Los recién nacidos extenuados, casi sin comer durante varios días, bajo el sol, la lluvia, el frío, morían con frecuencia. Las inclusas denunciaban que casi todos llegaban muertos o morían enseguida”, detalla Valverde. Como consecuencia de tan precaria situación, la tasa de mortandad de los niños expósitos se acercaba al 100% durante el siglo XVIII, en cambio, la mortalidad infantil y juvenil se situaba en un 50%, eso sí, las inclusas conseguían rebajar la cifra de mortandad de los expósitos hasta el 80 y 90%.

Pero la situación de las casas de acogida tampoco se acercaba a lo deseado, ya que las nodrizas encargadas de lactar a los inclusos eran escasas y cada una de ellas se tenía que hacer cargo de varios niños, por lo que la alimentación que recibían era muy deficiente. Además, algunos niños que conseguían llegar a las inclusas lo hacían enfermos de sarna o sífilis. “A través del amamantamiento estos males se propagaban a niños y nodrizas. Éstas estaban muy mal pagadas y eran mujeres que aceptaban trabajar en la inclusa porque era el último remedio”, cuenta la historiadora, que añade que muchas nodrizas se negaban a sacar a los niños a la calle para que tomaran el aire “porque les avergonzaba que les vieran y se supiera donde trabajaban. En efecto: después de haber desempeñado esa tarea ninguna familia las hubiera contratado como nodriza de sus hijos”.

No había suficiente personal ni material como para atender a tantos niños, por lo que a la precaria situación de las nodrizas se le añadía que los pequeños estuvieron amontonados en las cunas. Así, era muy difícil no enfermar, ya que los sanos terminaban por contagiarse. Valverde destaca un terrible dato: “En Pamplona durante el siglo XVIII, murieron todos en un plazo no superior a los tres meses a partir de su ingreso”.

Casas de recogida de expósitos: Donostia, Tolosa, Azpeitia, Azkoitia, Arrasate, Mutriku…
Ya en 1791 las Juntas celebradas en Elgoibar mostraron la intención de establecer una casa general para los expósitos y la “reclusión de malas mujeres en el centro o paraje más proporcionado de la Provincia”. Pero llegó la guerra con Francia y estos trabajos previstos no se reanudaron hasta 1796. Dos años más tarde, el obispo de Calahorra estableció una inclusa en Arrasate y en 1803 las Juntas de Bergara dividieron Gipuzkoa en cinco partidos “estableciéndose otras tantas casas de expósitos en Donostia, Tolosa, Azpeitia, Azkoitia y Arrasate, asignándoles a cada una de ellas los pueblos respectivos”, detalla Múgica. Más tarde se creó otra casa de acogida en Mutriku.

Pero la guerra de la Independencia alteró las prioridades del territorio y se suprimieron las casas de expósitos de Azkoitia, Arrasate y Mutriku, pero se creó la de Bergara. Existían las casas de acogida, pero las carencias de estos lugares eran cada vez más evidentes.

Salas de maternidad: absoluta clandestinidad
Con el tiempo, la modalidad de abandono se fue modificando. Hacia 1845 se establecieron salas de Maternidad en las casas de socorro de Donostia y Tolosa. Eran lugares en los que ingresaban las embarazadas solteras a partir del séptimo mes. “En medio de medidas extremas de clandestinidad permanecían allí escondidas hasta que daban a luz y luego salían, dejando en la gran mayoría de los casos a los niños en el establecimiento”, cuenta Valverde que arroja los datos de los niños abandonados en el Partido de San Sebastián entre 1856 y 1865: 46 lo fueron en la Sala de Maternidad, un 7%. En la década siguiente se abandonaron 769 niños, de los que 224, el 29% había nacido en la sala. Para finales de siglo ya suponían un 43% del total de 916 abandonados.

El cambio comenzó cuando alrededor del año 1910 la Caja de Ahorros Provincial acordó costear la Casa Cuna de Fraisoro que enseguida se convirtió en la mejor del Estado. Allí se comenzó a utilizar alimentación artificial para los niños, en un principio elaborada con leche de vaca maternizada, “ya que tan excelentes resultados se habían obtenido con este procedimiento en la última Exposición internacional de París”, explica Múgica. Esto, añadido a las más modernas instalaciones, supuso que de los 259 ingresados durante los años 1932-33, se redujera la mortandad y únicamente fallecieran un 18% de los niños abandonados.

Transcripción del artículo "Abandonar al hijo para que viva" de Aitziber Salinas publicado por el digital Noticias de Guipuzkoa con fecha 27 de septiembre de 2010.

16 comentarios:

  1. Hola
    Estoy siguiendo pistas para poder formar el árbol genealógico de mi familia. Mi abuela que nació en 1887 en Olite o en Lerga, se que en algún dato me da como adoptada y estoy buscando datos de ella, certificados, partidas de nacimiento, etc, para poder formar toda nuestra familia.
    Podrías decirme como puedo hacerme con esos documentos'? donde preguntar o adonde ir?? Se llamaba Magdalena Duque Valencia
    Muchas gracias
    Y gracias por esa información tan interesante que publicas.
    Rosa González Todoli

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  2. Como puedo saber sí un familiar mío, que haciéndolo el árbol genealógico , al pedir las partidas de nacimiento en una de ellas ponía que no tenía abuelos paternos , así como ponía los abuelos maternos con sus nombres pero fallecidos eso me extrañó mucho .Podía ser que sería de la inclusa pués en la partida ponía que hera de Pamplona

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  4. El archivo de la antigua maternidad de Pamplona, está ahora en el Archivo de Navarra en Cordovilla, se puede llamar al teléfono 848429721 para solicitar información.

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  5. Hola! Alguien puede ayudarme a buscar el origen de mi tatarabuela? Lo único que se es que se llamaba Irene Espelosín Expósito, nacio alrededor de 1865, y falleció en 1914. Una familia de Eslava (carretera Tafalla, cerca de Caseda) la crió pero no sé mucho más... ¿Qué puedo hacer para encontrar su partida de nacimiento?

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  6. Mi madre es del Hospicio de Pamplona....puedo informarme sobre sus orígenes....a donde me tengo que dirigir???

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  7. Mi padre depositado hospicio, un cura por tf. me dijo que no tenía nada que hacer para buscar y encontrar mis orígenes. Voy a moverme un poco. ¿por dónde empiezo?

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  8. Varón depositado en el torno de la inclusa 1923, no más información. sin más datos ¿cómo podría rastrear procedencia?

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  9. Kaixo! Estoy haciendo el árbol genealógico y he sabido que a mi bisabuela la dejaron en la inclusa de Pamplona. Tengo el nombre completo y la fecha aproximada. Hay algún sitio donde pueda pedir información?
    Gracias!!!

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    1. Hola, a mi abuela también la dejaron en el hospicio de Pamplona nació en 1918 y se apellidaba Chavarria, normalmente esos niños tenían apellido?

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  10. Tengo fotos Orfanato años 1953 a 1995..antiguos compañeros.
    pruiz20@yahoo.es

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  11. mi madre nacio en maternidad de pamplona en 1964

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  12. me interesaria ver las fotos haber si aparece de casualidad nuestra abuela biologica

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  13. tengo algun dato del nombre ficticio y sus padres biologicos papel de color azul

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  14. te suena apellidos echevarria o blaberia o claberia gloria

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